MAHANA: FENOMENOLOGÍA POP
Revista Arte al Límite N.45
Victor Mahana es chileno, tiene 33 años y a fines de este año habrá participado en alrededor de 50 exposiciones. Artista visual, músico, ilustrador, productor, profesor, surrealista y pop, es ante todo un pintor que no cambia sus óleos por nada en el mundo.
La obra de Mahana está exenta de complacencias y llena de preguntas. Arte figurativo que se instala en un borde, en el contorno dialógico y paradojal de una estética de lo real y un contenido inconsciente o errático. Sus obras saben a Magritte y a Paul Delvaux, combinados y tensionados con “la otra” tradición de David Hockney y Edward Hopper. Sin embargo, esta mezcla no es bajo ningún término una pasada por la juguera: Mahana conjuga pero también apropia la sensibilidad surrealista desde una visión llena de matices y direcciones propias. Asistimos a una estética de todos los días que tiene “algo de perturbador…como cuando el día está extraño” y donde el ojo en comunicación con el cerebro, se desestabiliza en un juego de tensiones entre el lado derecho e izquierdo. Conversar con Mahana es rastrear el origen y confirmar el sentido de todas estas preguntas que durante 11 años de carrera artística siguen implicando e iluminando nuevos sentidos.
Victor Mahana señala aspectos bizarros de la modernidad: el papel mural que simula paisaje natural se constituye como un motivo trabajado a cabalidad por el artista. La reflexión nos interpela y es múltiple. Se incluye -¿se parodia?- a la tradición paisajística de la pintura chilena con toda su mitología y peso; se introduce el caos dentro del orden en paisajes imposibles que ciertamente podrían ser Santiago. ¿Es un papel mural lo que vemos o un bosque que irrumpe?, ¿Qué es lo real y qué es lo ilusorio en el espacio de la pintura?. Una suerte de agarofobia del interior dialoga con cierto vértigo a la intimidad: una cama matrimonial se apoya en una pared cuyo muro retrata una línea de tren. La reflexión del tópico en torno al muro obliga la pregunta: ¿Qué diferencia ese paisaje de una obra de arte?.
“Los espacios que retrato son siempre lugares de tránsito que por medio de enchufes, pasillos o de ángulos insinuantes simbolizan la comunicación entre dos realidades. Me interesa también captar ahí los espacios generados por el hombre, el paisajismo y la arquitectura; tiene que ver con dirigir la mirada a lugares que las personas no se detienen a mirar, que en primera instancia parecen feos o insignificantes. Lo representado no es la obra de arte sino la obra en total, en sí misma; es el traspaso a través del autor, de su sensibilidad y de su técnica, de un filtro personal que siempre está presente escindiéndolo de la realidad. Incluso una línea puede estar sumamente cargada. Es por eso, que a pesar de haber pasado por casi todas las técnicas y aunque uso las herramientas digitales para estructurar la obra, sigo pintando al óleo. Al traspasar a mano hay también un traspaso que es sumamente personal, que se relaciona con mi ser integral, no sólo intelectual, espiritual sino también físico, con mis propias limitaciones. Por ejemplo, soy diestro, todo eso carga la mano de una manera, me limita de cierta forma. Creo mucho en la parte disciplinaria de la pintura, no solo hay que saber pintar sino que hay que pintar mucho, es casi como ser karateka.”
Gracias a esta visión de oficio, su pincelada y vocación colorista han ido ganando autonomía, consolidándolo –además- como pintor de retratos, lo que le permite perfeccionar la técnica y descansar un poco de sí mismo. La reflexión en tanto, sigue abarcando nuevos niveles que desequilibran la idea de representación, insertando la dualidad entre interior y exterior dentro de un cuadro. Aquello que Juan Jose Richards llamó “esa situación de precipicio que se debate por aparecer”. Escaleras que terminan en paredes, la superficie plana de un muro o de una piscina, “la depuración de todo accesorio ajeno a la ecuación armónica de elementos”, entablan “un diálogo preciso que se completa con la mirada del espectador”, configurándose sin duda como espejos difíciles de evitar. Como los surrealistas de antaño, Mahana no introduce interpretaciones sino que invita al espacio onírico de niveles diversos, no aparentes. Una continuación a la máxima de Balthus: “lo real no es lo que crees que ves. Uno puede ser realista de lo irreal y pintor figurativo de lo invisible.” Dos etapas de construcción constituyen la obra: una instintiva de captura de imágenes y la racionalidad del armado, de un collage y pastiche que alude a la cultura pop. “¿Qué es lo pop?”, se pregunta Mahana, mientras yo me pregunto hasta qué punto las citas a la cultura de masas han dejado de formar parte de la racionalidad consciente para irse adhiriendo de manera violenta y también random.
La aspiración a la sinestesia ha sido también parte de la propuesta en exposiciones que integran el arte sonoro y la proyección de videos. Preguntas que se disparan por medio de distintos códigos y donde la música, lejos de brindar toques narrativos, ha contribuido a potenciar la multivalencia de un instante poético y confuso que es la obra de Mahana. Cada código explorado en su exitosa carrera ha permitido la confluencia de problemáticas aparentemente incompatibles. Los deseos insatisfechos y desplazados de la posmodernidad latinoamericana, el paisaje paradojal que es Chile, el problema de la comunicación y de la intimidad dialogan con la constante reflexión plástica que inauguró Magritte con su afirmación: “Ceci n’est pas une pipe”. La pregunta “¿Qué es lo que vemos?” puede responderse ante la obra de Mahana con la develación de los complejos más personales porque lo que vemos ahí es simplemente líneas y color: lenguaje plástico puro.
La acogida internacional a la obra de Victor Mahana habla por sí misma. Su estética lúdica, cotidiana y perturbadora lo convierte en artista local en Estados Unidos. Ha expuesto en Washington, Nueva York y Miami.Sus cuadros forman parte de colecciones privadas en Estados Unidos, Canada, Inglaterra, Bélgica, China, España y Holanda. En Bélgica es representado por la galería Abbeloos 11 que estuvo presente en la feria Lineart, Gent, Bélgica, y fue seleccionado para formar parte del Colectivo Surrealista Mundial BeinArt. Ha realizado ilustraciones para Alfaguara y premiadas campañas publicitarias.
Victor Mahana no se detiene; y porqué hacerlo si con 33 años su pintura ha logrado la difícil tarea de situar la mirada desde dos vértices opuestos que confluyen en una estética pop que se re-semantiza en el encuentro. Sólo queda esperar que siguiendo la línea de reflexión plástica e integrando nuevas disciplinas, la invitación provenga pronto de más y más vértices. Mahana es la prueba viviente de que en el arte figurativo aún se esconden niveles inexplorados.
Josefina Valdés
Licenciada en Letras